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  • Foto del escritorDurindana

Rutina.


Una mujer en la cama. Abre sus ojos 15 minutos antes de que suene el despertador. Se sienta en la cama y estira sus brazos al cielo para sacudir los restos del sueño. Se mete a duchar con agua caliente y juega un poco con el vapor que empaña el espejo. Se mira y hace gestos divertidos, termina con una sonrisa.

Rápidamente se dirige a la cocina y prepara el desayuno. Todo elegido a la perfección y acomodado en el plato como una obra de arte. Se dispone a comer solo después de inmortalizar su esfuerzo con una foto en Instagram.


Sale de casa con andar decidido hacia el trabajo. La presión de ser la mejor es terrible. Le alivia un poco la sonrisa y el coqueteo de Vicente que le susurra al oído que la espera en la sala de archivo.

Ahí tiene lugar el manoseo, los besos lascivos y se deja abrir las piernas con la idea de que esto no es algo casual.


Regresa a casa botando los zapatos y el bolso. Con el maquillaje aún, se deja consentir un poco por el chorro del agua de la regadera. Suspira esperando calmar sus deseos de tener a Vicente de nuevo para ella.


Mira un poco de tv. Cinco minutos de noticias para no parecer una frívola indiferente y luego el programa de comedia o la película romántica. Se queda dormida a la mitad. Sueña.


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La mujer en la cama abre sus ojos justo cuando suena el despertador. Se sienta y nota la pesadéz del sueño en sus hombros.


Va a ducharse con agua fría para despertar. Se mira en el espejo. Nota las arrugas que se han formado alrededor de sus ojos y boca a causa de mantener la sonrisa. En la cocina prepara algo rápido de desayuno.


Sale de casa con pasos apresurados y torpes hacia el trabajo. La carga de pendientes es impresionante.


Ha llegado una chica nueva y el jefe le ha dado el puesto que ella tanto anhelaba. Vicente ríe y coquetea con la otra. Aún así, le espera en la sala de archivo en vano. Desea los besos y manos, de quien ha borrado su número del celular.


Regresa a casa botando los zapatos y el bolso. Con el maquillaje corrido por el llanto se tira en el sofá y se bebe una cerveza, luego otra y otra más. En la madrugada se da cuenta que ha consumido tambien una botella de vino y ya no queda nada con que intentar olvidar.


La tv le recuerda que está sola con una pelicula romántica. Se queda dormida llorando al ver el final feliz.


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La alarma ha sonado tres veces ya. Ella sigue enredada entre las cobijas casi sin moverse. Hace ya varios días que dejó de importarle mirarse en el espejo.


El aroma a rancio se apoderó de su apartamento. Las botellas y latas de alcohol vacías están por todos lados y en la cocina ya no hay espacio para otro trasto sucio.


En la contestadora dejaron de ingresar mensajes de preocupción por ella. Después de escuchar la disculpa estúpida de Vicente por la grave equivocación del envío a su domicilio de la invitación a su boda no quizo eschuchar nada más.


La tv hace mucho que empezó a ser solo ruido de fondo con infomerciales a los que no presta atención.


Arrastra sus pasos al baño solo por que sería demasiado llegar a ese extremo de descuido personal. Aunque ya nada le importa.


Maldice a los escritores, cantantes y a todo aquel que le hizo creer en el amor.


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Tarde ya, llaman a la puerta con fuerza. Entran al no recibir respuesta.

El olor es totalmente insoportable y ha dado la alerta de que todo lo que pudo salir mal, ha salido peor.


Gritan su nombre mientras recorren el pequeño lugar lleno de basura y oscurecido con periódico que cubre las ventanas.


Termina todo en el baño. Levantan lo que queda de ella entre el vómito seco y el frasco de pastillas vacío.


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Hoy es un día especial. Ella se ha levantado un poco antes de que suene el despertador. Debe prepararse para su primer día en la oficina.


Sonríe mientras ve su reflejo con la mirada brillante llena de esperanza. Va por la calle tarareando una canción.


Todos parecen recibirla con amabilidad. Su jefe le ha dado un puesto importante. Y a la hora del almuerzo Julian, el supervisor, le ha acompañado con una buena charla mientras le rozaba la mano. Le gusta y al parecer es mutuo.


Cinco minutos antes de la hora de salida recibe una llamada. Es su padre, quien le avisa que pasará a recogerla.


Se despide de todos en la oficina. No alcanza a escuchar los malos comentarios sobre por qué y como ha conseguido ser la favorita del jefe.


En el elevador deja que Julian se quede muy cerca de ella a pesar de que hay espacio suficiente para ellos dos. Ha sentido la mano de él queriendo colarse bajo su falda. Pero fue tan breve el recorrido a la planta baja que no ha dado tiempo de nada.


Le besa la comisura del labio sin sospechar que fuera de su vista se limpiará con una toallita húmeda los restos de su labial para que la esposa en casa no le arme discusión.


Se acerca al auto donde su padre, Vicente, le espera con la puerta del pasajero abierta mirando por todos lados a los oficinistas abandonando el lugar.

Le saluda preguntando como ha ido todo.


Ella le cuenta que ha sido un buen día y le pregunta que tiene mamá para la cena.

Entra en la ducha pensando en el tacto de Julian. Suspira esperando calmar su deseo.


Mira un poco de tv. Cinco minutos de noticias para no parecer una frívola indiferente y luego el programa de comedia o la película romántica. Se queda dormida a la mitad. Sueña...




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