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  • Foto del escritorDurindana

Lector.


No soy nadie.

¿Quién soy yo?

¿Quién soy yo para escribir un diario? ¿quién para dedicar mis memorias a alguien que no le interesa leerlas?

Echaba de menos las letras. Si, poder leer algo. No tanto escribir.

Esa fue toda mi motivación para marcar líneas en el papel... la pared... mi piel.


Siempre amé las historias escritas más que los cuentos y poemas leidos en voz alta.

Las vidas de las personas me parecieron más interesantes si eran descritas en un libro y no en propia voz e imagen de sus dueños.

¿Será por que aquel que escribe deja en cada frase un trozo pequeño de su alma?

¿El cómo sus ojos han visto las escenas o digerido las anécdotas, haciéndolas parte de su propia existencia?

¡Y sí! Crearse un lugar nuevo distinto al nefasto y vacío mundo real.


Nunca me gustó el barrio donde nací y crecí. Buscaba mil y un formas de escaparme por medio de los cuentos.

En cuanto tuve comprensión básica del lenguaje escrito, me centré en revisar cada línea de cada libro en casa, luego en la escuela y finalmente en toda obra que pudiera caer en mis manos aunque fuese por un breve instante.


Obviamente en los demás aspectos de mi vida estaba perdido;

nadie me entendía y solían abandonarme, pero eso no me interesaba en lo absoluto.

Lo único que atraía mi atención era todo aquello que las lecuras me podían mostrar.

Nunca se ha tratado de emular al "Quijote de la Mancha" pretendiendo solo vivir aventuras y fantasía. Mi obsesión iba tras cualquier tipo de tema. Siempre que hubiese un libro, yo entendía ese tópico muy ampliamente.

Aún no me explico de que manera me veian las personas a mi alrededor. Algunas de ellas, muy contadas me buscaban y me consideraban su amigo.

Nunca hice nada para merecerlo. Ni si quiera me percataba de ello hasta que esa palabra brotaba de sus labios dirigiendose a mi.


Los momentos de mi tan ansiada felicidad, eran aquellos en los que los demás desaparecian mientras yo devoraba las letras de grandes autores.

Nunca quise ser como ellos y escribir una obra maestra.

Para mí, el deleite estaba en ser testigo mudo de todo aquello que me ofrecian directo de sus grandes mentes atemporales hasta mi cerebro.

Ciertamente mis frecuentes visitas a las bibliotecas y librerias me hizo resaltar entre la escasa gente que aún las utilizaba.


Me miraban tanto tiempo ahí, que muchos creyeron, era un empleado y consultaban sus dudas conmigo, cuando se encontraban perdidos en los laberínticos pasillos con miles de volúmenes; que acumulaban polvo en las estanterias... esperando su turno para volver a ser abiertos.


Sin un verdadero futuro en otra cosa, tuve la gracia de ser acogido en la Biblioteca Nacional en donde no hacía más que lo que ya acostumbraba llevar como mi rutina diaria: acomodar libros que la gente asquerosamente descuidada dejaba botados por ahí sin el más mínimo respeto de las ediciones.

Orientar a alguno que otro ignorante sobre donde encontrar datos o referencias a temas específicos. Y por supuesto a leer cada volúmen en estricto orden tal cual los había organizado la misma Institución.


Pero no me bastaba ese trabajo. Así que me ocupaba de alimentarme lo suficiente y tener para mis gastos mínimos y entonces, poder comprar los títulos que surgian por temporadas... cada vez eran menos los que publicaban en formato impreso. Lo cual me dificultó en sobre manera conseguir muchos libros nuevos.


Los medios digitales crecian más y más cada vez. Muchos escritores se convirtieron en bloguers, hacian escritos más simplones y vacíos.

Disfrutaba más tiempo de mis lecturas sin que un alma se parara a interrumpirla con sus vanalidades.


Hasta que cesaron de venir. Así, sin más aviso. Solo desaparecieron.


Ni un ser humano se miraba por las calles. Nadie en tiendas y oficinas.

No más casero tocando a deshoras a mi puerta para exigir el pago de la renta o el servicio eléctrico.

Podía entrar y salir con libertad llevandome un poco de vino, pan y queso para saciar mi breve apetito.

No hubo objeción para mudar mis pocas pertenencias al edificio de la biblioteca, incluyendo aquellos libros que habia logrado conservar en mi colección privada a lo largo de los años.


En mis recorridos por la ciudad desierta me aseguraba de llevar una mochila con espacio suficiente para rescatar las ediciones que iba encontrando y darles su espacio en mi nuevo hogar.


Mi vida entera pasó en un suspiro.


Después de no encontrar nada nuevo que consumir, ninguna historia, idea, dato que no hubiese leido antes ya, tuve un breve instante en el que pude percatarme de mi reflejo en la vitrina. Repasaba cada rincón por si accidentalmente habia pasado por alto algún escrito. Y donde se preservaban las obras especiales muy antiguas fue que pude ver mi rostro pálido y ajado por el tiempo. Las canas en las barbas recortadas burdamente, solo para que no me estorbaran sobre las páginas que pretendía leer.

Esa imagen me escupio la realidad. Y me di cuenta de que estaba completamente solo en esta tierra moribunda.


Y lloré.


Lloré amargamente por todos aquellos autores que yacían solo en mi memoria y cuyas voces se habian apagado hace tantos años.

Mis lágrimas no paraban de acudir cuando mi razón se dió cuenta de que ya nunca más se escribiría nada...


¿Releer todos los libros? eso ya lo había hecho antes. Incluyendo las ediciones en idiomas que gracias a otros libros pude aprender a descifrar.

¿qué me quedaba ahora?


Sé que no duraré mucho más tiempo vivo.

Y antes de perder por completo mi cordura he intentado escribir las frases más importantes de todo lo que he leido. Pero pronto he caído en la frustracion, al notar que ningun lugar que encontre descrito en los libros pude verlo con mis propios ojos.

Nunca hice intento alguno por imaginar mundos distintos.

No me enamoré jamás. No me rompieron el corazón, no tuve hijos.

No viví aventuras, ni investigué o hice experimentos que me llevaran a descubrir algo nuevo.


Ahora sin más palabras que las mías, muero en la frialdad de aquello que yo mismo he creado para mi.


Estoy en la nada, en la desilusión, mirando las llamas que consumen todo el papel, bajo la lluvia de cenizas que golpean mi cabeza y se desintegran en el aire.


Escribo todo esto con las pocas fuerzas que me quedan, para alguien a quien no le interesa leer.




Anónimo.




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