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  • Foto del escritorDurindana

Princesa.

Soy una princesa.


En mi encierro, he despertado. Alcé la vista por la pequeña ventana, buscando las luces del cielo, pero terminé asustada por el monstruo de ojos verdes y lengua bífida que acecha afuera. He decidido pasar mis días debajo de mi cama.


Mis largos cabellos han echado raíces entre la maleza y las enredaderas trepadoras de muros. Estoy atada por mi miedo y sin embargo, una voz dice mi nombre afirmando que mi lugar es fuera de estas paredes.


Le conté mis sueños al espejo y me mostró su furioso rostro, reclamando ser el único que podía relatar historias.

En su arranque de ira me ha mostrado mi piel ajada, la sombras hirientes bajo mis ojos y el blanco apoderandose de mi cabeza que aún permanece bajo una tiara.

Mis ropas han dejado de ser el ensueño, ya no esconden mis pies descalzos y sucios.

Todo a mi alrededor ha sido invadido por polvo y telarañas.

No queda nada más aquí dentro. Solo una pequeña polilla aferrada a girar en torno a la única luz de la habitación.

La tomo entre mis manos acunándola en mi pecho. Ahi permanece inmóvil.


Hiero la superficie lisa del espejo que grita con voz estruendosa. Y usando un fragmento de su mágico filo para cortar mi trenza musgosa, me preparo para salir.


Todo es niebla y sombras.

Mis ojos alcanzan a ver un pequeño espacio que se abre paso entre lo gris. Es en lo único que pienso ahora. En apresurar el paso para sentir la fresca brisa y el aroma de las flores que a cada paso que doy se define más.


Camino entre escombros. Casi nunca veo el sol. Por las noches el frío me cala los huesos, aún así puedo continuar bajo las estrellas por la ruta marcada. A veces me acechan los fantasmas, las dudas... me susurran ... solo eres una princesa.

Es entonces, al oír aquello, que bajo la luz de la Luna la polilla se aferra más a mi carne y bebe de mi. Recordandome que debo continuar.


No puedo entender el tiempo, solo empiezo a mirar a mi alrededor un poco más de color. La hierba alta me escuece los brazos mientras la aparto. Pero sé que tras ella por fin estará ese final feliz.


Y así es. Perfectamente recortado de la espesura, me recibe ese valle iluminado, aromático y bello. Mis ojos húmedos riegan las violetas. No me atrevo a perturbar tanta paz. Absurdamente giro mi rostro hacia atrás, para mirar lo que he recorrido. Y el pasado me golpea dejándome inconciente, despatarrada, aún sobre la hierba.


Soy una princesa y despierto en mi encierro. Ya no hay ventana, ni espejo, ni tiara. Solo el monstruo que siempre ha estado junto a mi. Ya no puedo oler las flores.






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