Cuando era pequeño tenía los mejores sueños del mundo. Me veía en ellos como un gran constructor, un viajero, un explorador y aventurero. Recorría lugares hermosos en el cielo y podía volar más alla de las nubes jugar con las llamas del sol y hacer carreras submarinas emocionantes con las ballenas. A veces era un corsario otras astronauta.
Lo mejor era cuando soñaba con las ocasiones en que comía un helado con mi padre, mientras mirabamos juntos los aviones surcar el viento o aterrizar suevemente en el aeropuerto a través de la reja que daba a las pistas.
Pero cuando mamá tuvo que partir todo fue tan violento, que no podía más que soñarle a ella con el cuerpo herido y el rostro destrozado por el pavimento. Solo podía ver sus ojos abiertos amenazantes desde la oscuridad profunda sobre mí con toda su muerte.
Una noche sin más, desperté lleno de sudor y agitado a un lado de la cama. Mis sábanas se encontraban casi junto a la puerta de mi habitación y de mis oídos colgaba una especie de rechinido agudo y muy veloz. Mirando de reojo del otro lado de mi cama, una sombra extraña parecía ondular como esperando que girara la cabeza para sonreirme macabramente. No quise volver a cerrar los ojos, me quedé inmóvil. Ni siquiera cuando la luz de la mañana ya entraba por mi ventana dejando ver que solo yo habitaba esas cuatro paredes.
Cada vez tenía más miedo de dormir y tener pesadillas. Cosas terribles, recuerdos retorcidos, rostros deformados todos acompañados de aquel sonido de metal retorcido, voces desconocidas que me provocaban escalofríos y la sensación de ser observado cada día más de cerca. Por alguien o algo.
Obviamente mi padre se preocupaba por mirarme tan fuera de control. Completamente fatigado con los ojos rodeados de una oscura sombra que los hacía verse más hundidos y abiertos.
Pensaba que mi estado de salud alterado tenía su explicación en el impacto que tuvo en mí la muerte de mamá en el accidente. Me llevaba a diferentes especialistas y me hacía consumir medicamentos que solo me mantenían atontado todo el tiempo. Lo que para mi era terrible, pues en ese estado aún alcanzaba a ver la silueta negra de ese ser alado, con algo extraño coronando su cabeza.
Se deformaba mi espacio, como si me esperara al final de un largo pasillo que conectaba la realidad al mundo onírico. Un limbo inquietante, por lo cual abandoné todo tratamiento a los terrores nocturnos diagnosticados por el doctor.
A escondidas comencé a consumir sustancias que me hicieran permanecer el mayor tiempo despierto o por el contrario, entrar en un sueño tan profundo que no diera oportunidad a mis visiones de presentarse.
Mi cuerpo delgado y mi rostro con ojos resecos era evidencia de que nada estaba bien con mi salud. Estaba ansioso la mayor parte del tiempo, ya sea por las drogas o la falta de descanso, mis movimientos eran torpes, tantas cosas a la vez que no sabian como ayudarme.
A veces lograba dormir por pequeños periódos nocturnos. Pero siempre me despertaba la misma sensación con un sobre salto. No importaba el paisaje, la luz o la oscuridad. La gente que veía en mis sueños. Todos ellos desconocidos. El resultado siempre era el mismo. La figura cada vez más cerca mirandome en silencio, con el sonido que provenía de sus entrañas. Ese sonido que pronto se quedó grabado en mi cabeza y percibía con todo mi cuerpo aún estando despierto.
Me estaba volviendo loco por completo, murmuraba palabras sin sentido. Cosas que quedaron grabadas en una cinta vieja que papá re utilizó para mostrarla a mi psiquiatra como parte del análisis de mi comportamiento. Mi viejo se negaba a abandonarme en una institución mental en manos de desconocidos para los que mi vida les era insignificante.
Todo terminó inesperadamente. Así sin más. Una mañana desperté completamente tranquilo, descansado. Sin saber en que momento había caído dormido en mi cama. Mire todo a mi alrededor para asegurarme de no estar en el inicio de una de mis acostumbradas pesadillas.
Pero todo era real. Muy real.
Mi padre no estaba a mi lado como otras ocasiones. Él había empezado a dormirse en el pequeño sillón de mi habitación para cuidarme de que no me hiciera daño a mi mismo o saltara por la ventana en uno de mis ataques de pánico.
Recorrí la casa y lo descubrí mirando por la ventana de la cocina, como escudriñando las calles y aclarandose los ojos para asegurarse de no perderse ningun detalle del exterior.
Tuvo un pequeño sobesalto cuando puse mi mano sobre su hombro. Pero me miró sonriente y tomó mi rostro con ambas manos como si no nos hubieramos visto hace mucho tiempo.
Luego de sentarnos a desayunar, me habló con naturalidad sobre algunos asuntos que debía arreglar. Pero que posteriormente deseaba pasar el resto del día conmigo.
Me sentí tan renovado que el entusiasmo por recuperar la normalidad aunque fuese solo por una vez me parecía maravilloso.
Pronto llegó la noche después de las risas, las charlas y la buena sensación de estar vivo otra vez. Pero en cuanto un bostezo se me escapó volví a sentir ese miedo de perderme en el oscuro vacío de mis pesadillas.
Papá, al notar mi preocupación me abrazó fuerte y prometió que esta vez no había nada que temer. Me condujo suavemente a mi cama, se quedó montando guardia en el lugar de siempre después de arroparme y darme un beso en la frente deseandome dulces sueños. Sorprendentemente esto me tranquilizó y no tardé en dormir profundamente lleno de paz.
Las personas a mi alrededor no dejaban de darme sus palabras de aliento, con su mirada llena de lástima. El funeral fue sencillo, todo el dinero de papá habia sido invertido en mis tratamientos. Así que no quedaba mucho para despedirle con un servicio más lujoso.
Completamente confuso me la pasé llorando en silencio preguntandome como es que había sucedido todo. Un hombre entero, fuerte y sano fue a dormir una noche cualquiera y no volvió a despertar. Cuando parecía que podíamos tener de nuevo la oportunidad de ser una familia común.
Después en la soledad de la casa, dejando los platos sucios de la gente regados en el comedor, me dispuse a entrar a su habitación, para estar un rato entre sus cosas. Aferrandome a su recuerdo y su aroma que aún se quedaba impregnado en el ambiente.
Me recosté en su cama intacta hace varias noches, abandonaba para quedarse a mi lado. Abracé su almohada y comenzé a preguntarle en voz alta ¿por qué? ¿por qué me has dejado solo?
Miré de improviso sus cosas en la cómoda, su reloj, el retrato de mamá y la grabadora con la que había captado mis delirios. No sé que impulso me llevó a tomarla, rebobinar la cinta y ponerme a escuchar.
El silencio se rompió con una melodia conocida. La canción favorita de mi madre, aquella que cantaba alegre cada aniversario mientras contaba como había conocido a papá. Su canción... Mr Sandman.
Mr. Sandman-The Chordettes (1958)
Música que siempre me pareció muy vieja y cursi, pero que era un tesoro personal entre ellos dos. La caja de la cinta tenía una frase escrita como dedicatoria:
"Para mi sueño hecho realidad. Ya nunca más estarás solo, besaré tus labios como rosas y trébol, te amaré por siempre"
El casette había sido uno de los primero regalos que mi padre recibió de mamá y lo había utilizado para grabar encima mi voz, desesperado por hayar una respuesta.
Los versos se interrumpieron con un vacío y después, de forma casi imperceptible se alcanzaban a escuchar palabras sueltas. Avancé más y aunque el volúmen no variaba, parecía que ya formaba frases completas.
"...vuelve a mis sueños... en la oscuridad... Sandman, estoy tan sola... ven a mí..."
Todo parecía hablar de lo mismo.
Para aclarar mis dudas y saber si solo estaba haciendo conexiones sin sentido busque la letra de la canción. Poco a poco cobraron sentido mis murmullos. Mamá siempre decía que el arenero siempre la había favorecido, que aquello que anhelaba lo veía en sueños y lo pedía como un deseo. Él siempre se lo concedía. Contaba como vió a mi padre llegar una tarde en el verano, justo como le había aparecido en sus sueños una noche anterior. "Para mi sueño hecho realidad..."
Justo antes del accidente mis padres habían discutido toda la noche. Yo no había podido dormir al escucharlos gritarse, lo cual era nuevo para mí. Llegó a tal grado la pelea que mi madre me tomó en sus brazos y me llevó entre sollozos al auto vistiendo solo la pijama. Huíamos hacia no sé donde.
En el auto estaba tan alterado que no paraba de llorar y en un intento por calmarme mamá puso una cinta y comenzó a cantarme una canción... su canción.
En un segundo la cinta saltó y comenzó enredandose al interior del stereo del carro. Distraída por todo, no pudo evitar que el vehículo se estrellara directo en la barrera de contención que marcaba una bifurcación en el camino.
Sin el cinturón puesto salió disparada por el parabrisas. Yo quedé atorado en el tablero desde donde alcancé a ver su cuerpo maltrecho y su rostro desfigurado pintado con sangre.
Me desmallé alcanzando a ver una figura negra y horrible de pie, justo al lado del cuerpo de mi madre. Ahora podía recordar que esa cosa y la que aparecía en mis noches de insomnio eran lo mismo.
Mi madre pidió su último deseo y había venido aquel ser a reclamarlo. Yo sobreviví de manera extraña, pero solo para llevarle el mensaje a papá. Quien una vez que logró descifrarlo todo aceptó su destino, con la única condición de que le dieran tiempo a dejar todo dispuesto para que yo continuara mi vida, con sus asuntos terminados y un beso de buenas noches como despedida.
He vuelto a dormir bien, he seguido adelante. Pero no puedo dejar de sentir escalofríos cuando escucho por la radio de nuevo, esas voces femeninas invocando al señor de los sueños para que les traiga a su amado con su rayo mágico.
Que buena historia Duri! :)