top of page
  • Foto del escritorDurindana

Gusano.


Desperté con un dolor de cabeza terrible, no me di cuenta de donde estaba ni como llegué ahí. Supuse que tenía compañía, al ver mi ropa regada por la habitación. Sudado, con unos lazos de carne alrededor de la cintura adormilada y con mis calcetines puestos. Poco a poco el sueño me abandonó y pude ver que efectivamente esos hilitos de piel fresca y pálida no me pertenecían. Debí haber secado mis neuronas en mucho alcohol, pues no tenía nada que ver con mis refinados gustos la que yacía a mi lado.



Con mi brusquedad característica, no pude evitar despertar a mi acompañante al querer levantarme a "tirar el miedo" en el cuarto de baño.

Una sonrisita encamorrada fue la respuesta a mi acción; pero después de eso no sucedió nada más.


Obviamente había pasado muy buena noche. El olor de la sábana no mentía, ni tampoco mi poca energía restante para el día siguiente. Lo malo de todo el asunto es que a la fecha no recuerdo su nombre y sus números, los olvidé de seguro en algún pantalón garabateados rápidamente en un papel sin nombre... ¡Qué lástima!


De regreso a la cruda realidad de mi casa, todo era irreconocible. Los muebles y los objetos que todavía se encontraban regados por ahí dejaron ver que alguien o algo habían saqueado mi casa. Seguí recorriendo cuarto por cuarto, tratando de entender lo que había sucedido muchas horas antes de mi llegada. Habían tomado todas mis cosas y las había dejado botadas sin ton ni son. Se llevaron los sillones que compramos cuando estabamos recién casados, junto con la ilusión de formar nuestro dulce hogar. Tampoco la cama logro aferrarse a su posición y dejó un vacío, pero este no era tan grande como el que noté en el closet (ese sí que no lo pudieron quitar).



Ese "algo" había tomado todas nuestras cosas favoritas, muchos recuerdos, cosas amadas se esfumaron completamente del departamento.


No me "cayó el veinte" hasta en la tarde, mientras esperaba a mi abnegada mujercita a que regresara de trabajar en la cocina de su comadre. A ella y a mi hijo no los volví a ver. Me llegó de repente la respuesta de cómo fue saqueado mi hogar.


¡ Fueron los malditos gusanos del mezcal que desquitaron su furia y se abalanzaron sobre las cosas de mi Rosita! Sabían que ahí era donde más me dolería su venganza por tomarme todas esas botellas con sus parientes adentro. Sin tener ninguna consideración conmigo, sin realmente ponerse a pensar que si la desaparecían de mi vida todo había acabado para mí.


En verdad pienso que esos seres inmundos no tienen corazón pero si la cabeza muy fría, pues planearon todo exactito para desaparecer a mi "vieja" con sus cosas y además a mi chamaco. Sabían que yo regresaría crudo después de mi descanso de fin de mes, cuando voy a hacer "trueque" con mi lana calientita por unas cuantas botellitas de a litro.


Desde entonces, saco a cada uno de esos "cabrones" de su botellita, lo miro ferozmente y le interrogo sobre el paradero de mi Rosi. Sin embargo no obtengo una respuesta clara y tengo que optar por darle un escarmiento como ejemplo para los otros gusanos. Creo que su estado de ebriedad provoca que me hablen torpemente sin mirarme a los ojos para decirme dónde están. Seguiré buscando de bar en bar y de botella en botella, alguno que confiese que fue de ellos dos.




21 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page