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  • Foto del escritorDurindana

Mi nombre es Anna.



Mi nombre es Anna.(1)

Criadora de animales, sembradora de semillas, curandera eficaz.

A pesar de que he sido muy conocida en un pequeño pueblo de Suecia, aquí no soy nadie, no soy nada.

Lo que es un alivio para mí sin lugar a dudas.


Provengo de cuna humilde, hija de un herrero con seis hermanos y hermanas. Todos procuramos llevar pan a la mesa con trabajo honrado. He perdido a mi madre víctima de la locura. Eso es lo que mi padre cuenta a mis hermanos pequeños que no la recuerdan más. Aunque por el pueblo las viejas hablan con malicia de como fue arrestada mientras se bajaba el faldón y le quitaban a un joven extrangero de entre las piernas.


Los habitantes de Bollnäs nunca habían conocido mujer más aficionada a lo sensual y promiscuo. Su plan inicial era que le castigaran con azotes y el encierro. Pero de algún modo la sentencia cumplida fue la hoguera.

Extrañamente mi memoria tiene grabada su imagen desnuda corriendo hacia la espesura de los arboles. Para luego desparecer por siempre en las sombras.


Llevo su herencia marcada en mis razgos extraños en la región. Cabello oscuro y ojos esmeralda. Peor aún es que no puedo pasar desapercibida gracias a mis hablidades.

Supongo que eso mismo hizo que mi padre me despreciara cada vez más al convertirme en el nuevo centro de atención.


En el pueblo sentía las miradas crueles, me escupian y pronunciaban maldiciones al pasar.

Pero en cuanto el sol desaparecía en el horizonte mis consejos, curas y artilugios eran muy solicitados por su eficacia. Tristemente eso no ayudaba a ser apreciada o bien recibida en ningun lado. Inlcusive las doncellas que acudieron a mí para encontrar el amor, después de desposarse se convirtieron en mis principales detractoras por miedo a que sus maridos cayeran presas de mi seducción.


Que yo misma encontrara el abrigo de un hombre no hizo menguar la desconfianza. Tuve que mudarme a Skomakarbacken a gracias al trabajo de mi esposo. Pensando que sería maravilloso comenzar de nuevo donde nadie sabía de mí.


Sin embargo a mi llegada comenzaron a aparecer una tras otra las cosechas pútridas, el suelo parecía tragarse cualquier tipo de semilla y la escupía con el mismo resultado. Los animales sufrian extrañas convulsiones y despedían una peste cada día más fuerte hasta que eran sacrificados. Los gritos desesperados de las bestias eran tan desgarradoras que se agradecía la caída del hacha en sus cuellos. El silencio duraba poco.


El hambre comenzaba a morder las entrañas de Skomakarbacken y a crear riñas por la desesperación. Peor aún. Pronto comenzaron a desaparecer los niños y niñas. No había rastro alguno de como había entrado al hogar el perpretador para arrancarlos de su pequeño lecho.


En contraste, en mi hogar a las orillas de la provincia, crecía próspero mi pequeño huerto y mis cabras aún proporcionaban leche fresca. Las crías crecían saludables y mi esposo era proveedor de algunos almacenes importantes.

La envidia corrompió esa paz.



Fui señalada como culpable de los males que asesinaban de a poco el poblado en el que me establecí desde 1639. Mi vientre fue juzgado por no haber dado descendientes. El ir y venir al centro de la comunidad se convirtió en una pesadilla. De nuevo el odio en la mirada de la gente me acosaba de día y noche. Completamente harta tras los insultos del anciano del almacen lancé al viento palabras en lengua extraña como las que pronunciaba mi madre. De inmediato, el hombre enmudeció y cayó al suelo con los ojos desorbitados por el miedo. Salí dejando la escena llena de confusión detrás de mí con pasos furiosos.


Mi marido se encontraba en casa la noche que llegaron por mí. Acusada por los testigos de mi arranque de ira, me señalaron culpable por haber hechizado y dejado mudo al viejo del almacén. Primero apresada y azotada. Luego arrastrada al interrogatorio frente al tribunal local. Las habladurías en mi contra por brujería crecieron y se esparcieron por todo Skomakarbacken. La tortura para obtener mi confesión de dichos actos me hizo enfurecer aún más.

Ésta vez frente a todos, me vanagloreaba de haber traido la peste y el infortunio a esas tierras. Marcaba en el aire signos acompañados de sonidos ininteligibles para los presentes y confirmaba como ciertos los testimonios de algunos niños. Quienes "dijeron" a sus padres que los había obligado a salir de sus camas para llevarlos conmigo al "Blockulla", el mismísimo hogar del diablo.(2)


Obviamente aterrorizados por mi audacia al no arrepentirme de mis actos de heregía, me marcaron como sentencia el castigo de permanecer en las entrañas de una doncella de hierro, hasta que pidera perdón por mis pecados y recibiera a la muerte.

Así fue como mi carne se abrió dando paso a las dolorosas espinas metálicas, bendecidas para llegar a lo más profundo de mi cuerpo y limpiar el veneno de mi sangre.


El pánico hizo que tomaran medidas desesperadas. A pesar de todo el tiempo en el encierro seguía desangrandome lentamente pero respiraba. Tenía fuerzas suficientes para responder cuando me cuestionaban de nuevo el por qué no quitaba mi maldición de sus tierras. Los hijos de los granjeros dejaron de desaparecer, pero en su lugar caían en una enfermedad mortal que los llenaba de delirios antes de pronunciar sus últimas palabras.


Con miedo en sus corazones, tuvieron el corage para conservarme cautiva en la caja metálica. Pero esta vez la abandonarían lo más lejos posible del pueblo. En un carromato me transportaron hacia la costa. Y ya en un barco cumplieron con su ceremonia para dejarme caer al fondo del Mar Báltico. Si la doncella me aprisionaba haría más evidente mi muerte por ahogamiento. El acta de mi proceso firmaba 1704 para agregarse a los libros del tribunal.


Aún así, no lograron olvidarse de mi por varios años. Las cosechas y el ganado no volvieron a ser los mismos. Poco tiempo después de mi sentencia el viejo recuperó su voz, pero él mismo se lanzó desde lo alto de un acantilado asechado por sus pesadillas. Donde me veía llegar envuelta en mi vestido rojo sangre y hundía mis garras de acero en su piel.

Mi esposo huyó lo suficiente para que nadie recordara que había vivido con una mujer impía*.


Pero, ¿cómo es que puedo relatarte todo esto? ¿A caso no había terminado en una tumba de metal y agua? En verdad te digo que aún no lo sé. De algún modo me encontré llegando a las costas de Copenhague con un montón de huesos rotos. Rescatada por una familia que no tardó en enseñarme su idioma y costumbres. Su bondad hizo posible mi rápida recuperación. Además de que en esas tierras encontré poderosos dones como el manantial de Kirsten Pil de aguas curativas.(3)




He lidereado por 5 años las fiestas de la víspera de San Juan (4) y encontré un modo de mezclarme entre los pobladores viviendo casi una vida común. Por supuesto que averigüé lo que había pasado en mi ausencia en Suecia gracias a que yo misma viajé de vuelta. Indagando entre los jóvenes a quien mi historia fue contada como leyenda local para que tengan miedo de las brujas y sean buenos niños.


Incluso llegué a saber del suicidio de mi padre. Quien había creado la magnífica doncella de hierro en la que fuí encerrada. Al enterarse del destino de su obra en el fondo marino y que su hija amante del demonio pereció dentro de ella no pudo soportar más el dolor, la culpa y la vergüenza. Dejando desprotegidos a mis hermanos pequeños. A quienes tuve que acoger con otro nombre para rescatarlos de la miseria. He logrado verlos crecer, convertirse en hombres y mujeres honrados, pero llegó la hora de alejarme de sus vidas para que busquen su felicidad. Mi existencia provoca preguntas que no es posible responder con la gracia del señor. Y la ignorancia es la peor plaga que surge cuando el hombre se enfrenta a lo desconocido. Lo infecta con un miedo que lo carcome por dentro y le envenena los sueños.


Ahora ya sabes mi historia.

Mi nombre es Anna. Y soy una bruja.


 

1) Anna Eriksdotter o Anna Ersdotter (1624 – 15 de junio de 1704), llamada Sotpackan (en sueco, bruja del hollín), fue una mujer sueca acusada de ser una bruja. Fue la última persona ejecutada por brujería en Suecia. Era originaria de Bollnäs y se trasladó al pueblo de Skomakarbacken con su marido, que era soldado, aproximadamente en 1680. Su capacidad para curar heridas hemorrágicas y su inusual buena mano con los animales le dio el apodo de sotpackan y se rumoreaba que la causa era que tenía un pacto con Satán. https://es.wikipedia.org/wiki/Anna_Eriksdotter


2) Blockulla, la residencia del diablo en la mitología nórdica.


*impía: Que no demuestra ninguna devoción religiosa o ningún respeto por las cuestiones religiosas. "impías palabras"


3) El manantial más famoso es el de Kirsten Pil, quien, según la leyenda, lo encontró la noche de San Juan en 1583. Sus poderes curativos obtuvieron rápidamente fama, y mucha gente peregrinaba hasta allí todos los años. https://chile.um.dk/es/sobre-dinamarca/cultura-danesa/tradiciones-y-fiestas-danesas/


4) Era una noche en la que los poderes malignos estaban activos y las hogueras, hoy tan emblemáticas de la noche de San Juan, se encendieron para protegerse contra estas fuerzas y para expulsarlas. https://chile.um.dk/es/sobre-dinamarca/cultura-danesa/tradiciones-y-fiestas-danesas/



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